viernes, 12 de abril de 2013

El Alfabeto Sagrado. ¿y ahora, qué?


Se acerca el final de una era para los mandeos, miembros de una secta gnóstica que ha sobrevivido a los avatares de la historia desde hace más de dos mil años. Para el Ganzebra Asgari y sus acólitos es el momento de reunir los amuletos mágicos que se han mantenido desperdigados por el mundo para poder realizar el ritual de restauración del poder del abagada, alfabeto sagrado de su religión, y origen de todas las cosas, de forma que la historia pueda continuar en un nuevo ciclo.

Con este alfabeto sagrado siempre presente en las conciencias, varios grupos de personas aparentemente independientes, pero con el objetivo común de beneficiarse del ritual mandeo van viendo cómo sus vidas se entrelazan inevitablemente entre amores, odios, lealtades y envidias alrededor de investigaciones arqueológicas de tesoros míticos del antiguo Israel.

En ocasiones, la acción transcurre simultáneamente en diferentes lugares y la narración va saltando de uno a otro de forma suave, fácil de seguir. La facilidad de lectura es, quizás, el punto más positivo de este libro. En El alfabeto sagrado, Gemma Nieto consigue, con un estilo sencillo al alcance de todos los lectores, presentar una historia que podría haber sido tremendamente compleja. Esta simplicidad invita a profundizar en el tema de los mandeos, a buscar información sobre quiénes son, qué hacen, cuáles son su historia y sus ritos.  Es una puerta abierta al conocimiento que sin duda está ahí. Cerca… pero lejos.

En realidad, todo en esta obra parece sencillo: los misterios y enigmas tienen soluciones sencillas. Tanto, que en ocasiones son conocidas por algunos personajes secundarios de la trama;   los personajes son sencillos: los buenos son claramente buenos, los malos claramente malos, y las relaciones entre ellos son las que se esperan; los pasos de las investigaciones son previsibles, entrar en lugares prohibidos, y aún vigilados es fácil, escapar de la policía es infantil…

No obstante lo anterior, algo en la obra rompe totalmente los esquemas. Algo totalmente inesperado ocurre, más o menos, a la mitad del libro: en ese punto, el ritual mandeo se produce por fin…

Llegado a ese punto, el lector tiene la sensación de que el libro se ha terminado. Se han cumplido todos los objetivos que se le iban marcando desde la primera página. Uno por uno, sin sobresaltos. Sin embargo, le queda una sensación de cierto vacío: Una vez cumplido el objetivo, la peligrosa pregunta ¿Y ahora qué? le invade el pensamiento.

Y es entonces cuando la historia presenta un quiebro, una ruptura, y se convierte en otra. Ligada a la anterior, pero distinta.

Podría haber comenzado ahí un segundo libro, secuela del primero. Pero no. Es el mismo libro, que no ha terminado. Quizás sea esa la razón de que no haya pasado nada. Quizás la acción trepidante esté por venir. Quizás… Demasiadas dudas a estas alturas de la novela, y pocas esperanzas de resolverlas, la verdad.
La trama, los personajes y el desenlace final se quedan en la superficie. El alfabeto sagrado no aprovecha al máximo las posibilidades que la temática y la ambientación ofrecían inicialmente. Para aumentar esta sensación, la nota final de la autora muestra que el esfuerzo de preparación de este libro ha sido grande. ¿Por qué entonces no rentabilizar al máximo esa preparación?

Me queda una frustrante sensación de que el libro daba para más. Para mucho más.


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