Me reconozco admirador de Hernán Cortés. Es quizás
políticamente incorrecto asumirlo, ignorando la “leyenda negra” inventada (con
mucho éxito) por aquellos que no participaron de la colonización del Nuevo Mundo,
pero es así. Ese motivo era más que suficiente para que me fijara en este libro
de Francisco
Galván, autor del que no había leído nada anteriormente.
La verdad es que esperaba una novela en la que Cortés sería
presentado como un déspota sanguinario, más o menos en línea con la leyenda que
le rodea, que probablemente había robado las esmeraldas que aparecen en el
títuloy mi sorpresa fue enorme al ver que me había equivocado: Hernán Cortés
era un líder político, menos apegado a la sangre de lo que cuentan por ahí, y
las esmeraldas son sólo un elemento que une varios hilos argumentales
inicialmente separados.
En Las Esmeraldas de Cortés, Rodrigo de Íscar, nombre supuesto que se
atribuye un soldado del real de Cortés para preservar su intimidad según él
mismo reconoce en el prólogo, nos cuenta una aventura de la que él mismo formó parte,
ocurrida en Nueva España y otras tierras conquistadas.
El fondo de la historia es un clásico entramado de luchas de
poder, deslealtades y traiciones de las que me atrevo a especular que
existieron en abundante número durante la conquista de América por las tropas
españolas. Todo ello decorado con unas pinceladas de aventuras de piratas,
actividades comerciales transoceánicas, muertes sospechosas o rituales religiosos
más o menos crueles que hacen que la historia en general tenga algo de
coherencia con el ambiente en el que se desarrolla, y aporta ese puntito de credibilidad
histórica que hace parecer al libro mucho más de lo que realmente es.
No se lee mal. No ofrecen dificultades mayores ni el hilo de
los acontecimientos, ni los personajes, descritos con superficialidad. Tal vez
porque el relato se supone narrado en primera persona por un simple soldado.
En líneas generales, una novela aceptable para pasar unas
pocas horas entretenidas mientras esperas que te reciba el dentista, o que tu
vuelo salga.