viernes, 6 de diciembre de 2013

El manuscrito de Avicena. No puede ser tan fácil


La historia comienza de manera un tanto desconcertante: un médico decide ir en coche desde Madrid a San Petersburgo para encontrarse con su esposa, que trabaja allí en algún proyecto más o menos secreto. No queda claro si su matrimonio funciona o no, pero lo cierto es que va a conducir durante varios miles de kilómetros. A esto le unimos que su hijo desapareció hace años en circunstancias no aclaradas y tenemos un protagonista con un entorno familiar cuando menos poco habitual. Lo lógico en esas circunstancias es que recoja a un autoestopista que va, precisamente, a San Petersburgo, a ver a una tía suya.
En ese momento, el lector empieza a sospechar varias cosas: La primera, es que el autoestopista no es quien dice ser. La segunda es que el viaje no va a ser fácil. Y la tercera es que el proyecto en el que trabaja la esposa del médico va a ser sin duda la clave de todo el asunto... Dicho todo esto, sólo queda continuar leyendo para saber cómo se van desarrollando las cosas.

No es la única trama. Una segunda historia transcurre en paralelo: la del médico árabe Ibn Sina (Avicena), que habría descubierto un secreto de tal poder que no convenía que ningún ser humano conociese... por ello, en lugar de llevarse el secreto a la tumba, no tiene otra ocurrencia que escribirlo en un pergamino, que entrega a su discípulo para que lo conserve. A partir de ahí, asistimos a todas las vicisitudes que pasa el pobre pergamino hasta converger, en nuestros días, con nuestros viajeros a Rusia. Lo más reseñable de esta segunda historia es que por momentos recuerda peligrosamente a la de El Médico de Noah Gordon, que a mí, particularmente, me gustó mucho.

Esta es la primera novela que leo de Ezequiel Teodoro.
No me disgusta el estilo. Se lee bien en un avión, o en un tren, durante un viaje. No requiere una concentración excesiva para seguir a los personajes y recordar los lazos de unión entre cada uno de ellos, y eso es siempre de agradecer cuando lees en una sala de espera. En definitiva, un libro para pasar unas horas entretenidas.

Un pero, sin embargo. ¿por qué empeñarse en que algo que ha permanecido oculto durante cientos de años tenga que ser tan fácil de conseguir con una "negociación" casi ridícula entre el bueno y el malo? Supongo que si organizaciones poderosas, mafias y gobiernos no han podido hacerse con ese “algo" durante siglos, a personas no profesionales en eso de buscar les debería costar algo más, si no ser totalmente imposible.
Pero claro, si fuera imposible, no habría habido historia, y no habría más que decir.