lunes, 10 de julio de 2017

Yo Conquistador (Trilogía), historia novelada o novela histórica.

Hoy por fin he terminado de leer la trilogía Yo Conquistador de David W. Sánchez Fabra,  (o David Walia S.F. como firmó la portada de la primera novela). Se trata de tres novelas (Los Hijos del Hierro y el Fuego, Un Imperio para el Mundo y Sangre, Destrucción y Gloria) que cuentan la Conquista de México desde la llegada de Hernán Cortés a las costas de Nueva España, hasta la victoria final y el sometimiento de Tenochtitlán.

El hilo argumental es continuo de una novela a otra y conviene leerlas todas seguidas porque no tiene sentido dejar la conquista a medias. Por más que cada novela tenga su final, la segunda novela comienza donde acabó la primera y la tercera donde terminó la segunda. De hecho, se diría que esta trilogía está concebida para ser leída "del tirón", ya que no se dedica demasiado espacio en la segunda y en la tercera parte a situar al lector en la acción. Se supone que ha leído las partes anteriores, y que todo continúa donde lo dejó.

Escrita casi como una crónica, muy al estilo de Bernal Díaz del Castillo, lo importante son los acontecimientos, mucho más que los personajes, que por cierto, son casi todos históricos. Los hechos descritos se ajustan perfectamente, además, a la cronología documentada. Las batallas están descritas con maestría, hasta el punto de mantener al lector en tensión, a pesar de conocer el desenlace. Las intrigas y estrategias políticas y diplomáticas, indispensables para que todo ocurriera como ocurrió, tienen credibilidad porque los personajes que intervinieron en ellas la tienen. Especial mención merece la narración de la Noche Triste en la tercera novela. Un relato, con un ritmo y un detalle sobrecogedor. Si aquello no fue exactamente como lo cuenta, sin duda se pareció. Y fue aterrador. 

En esta obra, todo encaja, y eso se agradece.

Esta trilogía, tomada como un todo, se debe leer con calma, con intención de aprender, aunque no hay que olvidar que se trata de una obra de ficción, con las pertinentes licencias que ello conlleva.  Y si antes se ha leído la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, del mencionado Bernal Díaz del Castillo, o las partes relacionadas con la conquista de México de la Historia General de las Indias de Francisco López de Gómara, la experiencia será mucho más satisfactoria.



jueves, 15 de mayo de 2014

El Espejo de Salomón. Existieron los Visigodos

León Arsenal nos regala, con esta obra, una novela "de manual", con todos los ingredientes necesarios. A saber: un manuscrito, códice o libro antiguo, de cuya existencia se oyen rumores, pero no se tienen pruebas fehacientes; muertes accidentales, extrañas o de dudosa justificación de personas que se cree que tienen o han tenido relación con el códice, manuscrito o libro en cuestión; protagonistas que tienen relación indirecta con los libros, la Historia, la Policía, la mafia, o cualquier combinación de los elementos anteriores; y por supuesto, organizaciones secretas, o similares. A partir de ahí, aventuras más o menos creíbles, y un desenlace que no desenlaza gran cosa.
He de reconocer que el libro empieza bien. En este caso, con la descripción de lo que podría haber sido un acto de traición en la España del inicio de la reconquista. Luego comienza el relato en el Madrid de nuestros días con el inevitable libro. Se trata de un códice escrito en Ulfilano, la antigua lengua visigoda. Este libro, como no podía ser menos, podría contener un secreto que daría un poder inmenso al que lo poseyera, pero claro, no existe (casi) nadie en el mundo capaz de leer el códice, porque la lengua en la que está escrito desapareció hace cientos de años. Afortunadamente, una Licenciada en Historia en paro, pero con vocación frustrada de arqueóloga, un profesor jubilado experto en la España visigoda, y un amigo suyo sin aparente relación con el tema tratado se plantean como objetivo vital encontrar el manuscrito, y de paso, intentar esclarecer un par de muertes ocurridas en extrañas circunstancias, con ayuda, eso sí, de la Policía.
Libro interesante, más allá de que no sorprende ni por su estructura, ni por los elementos básicos de su trama. La España visigoda no es un tema tradicional, y se puede aprender algo nuevo con los pasajes puramente históricos. La narración es fluida, la trama sencilla, y la documentación del autor, no sólo en lo que se refiere al momento histórico que quiere tratar, sino a cosas más habituales, como el funcionamiento interno de la Policía Nacional de España, bastante cuidada. Engancha lo suficiente como para pasar unas horas agradables en cualquier sala de espera.

Un pero sin demasiada importancia, y que desde luego no cambia mi opinión sobre el libro. A los que nos gusta la ciudad de Madrid nos cansan un poco los tópicos negativos que se escriben sobre ella, y que el autor no pierde oportunidad de deslizar a lo largo del libro.

viernes, 6 de diciembre de 2013

El manuscrito de Avicena. No puede ser tan fácil


La historia comienza de manera un tanto desconcertante: un médico decide ir en coche desde Madrid a San Petersburgo para encontrarse con su esposa, que trabaja allí en algún proyecto más o menos secreto. No queda claro si su matrimonio funciona o no, pero lo cierto es que va a conducir durante varios miles de kilómetros. A esto le unimos que su hijo desapareció hace años en circunstancias no aclaradas y tenemos un protagonista con un entorno familiar cuando menos poco habitual. Lo lógico en esas circunstancias es que recoja a un autoestopista que va, precisamente, a San Petersburgo, a ver a una tía suya.
En ese momento, el lector empieza a sospechar varias cosas: La primera, es que el autoestopista no es quien dice ser. La segunda es que el viaje no va a ser fácil. Y la tercera es que el proyecto en el que trabaja la esposa del médico va a ser sin duda la clave de todo el asunto... Dicho todo esto, sólo queda continuar leyendo para saber cómo se van desarrollando las cosas.

No es la única trama. Una segunda historia transcurre en paralelo: la del médico árabe Ibn Sina (Avicena), que habría descubierto un secreto de tal poder que no convenía que ningún ser humano conociese... por ello, en lugar de llevarse el secreto a la tumba, no tiene otra ocurrencia que escribirlo en un pergamino, que entrega a su discípulo para que lo conserve. A partir de ahí, asistimos a todas las vicisitudes que pasa el pobre pergamino hasta converger, en nuestros días, con nuestros viajeros a Rusia. Lo más reseñable de esta segunda historia es que por momentos recuerda peligrosamente a la de El Médico de Noah Gordon, que a mí, particularmente, me gustó mucho.

Esta es la primera novela que leo de Ezequiel Teodoro.
No me disgusta el estilo. Se lee bien en un avión, o en un tren, durante un viaje. No requiere una concentración excesiva para seguir a los personajes y recordar los lazos de unión entre cada uno de ellos, y eso es siempre de agradecer cuando lees en una sala de espera. En definitiva, un libro para pasar unas horas entretenidas.

Un pero, sin embargo. ¿por qué empeñarse en que algo que ha permanecido oculto durante cientos de años tenga que ser tan fácil de conseguir con una "negociación" casi ridícula entre el bueno y el malo? Supongo que si organizaciones poderosas, mafias y gobiernos no han podido hacerse con ese “algo" durante siglos, a personas no profesionales en eso de buscar les debería costar algo más, si no ser totalmente imposible.
Pero claro, si fuera imposible, no habría habido historia, y no habría más que decir.

miércoles, 26 de junio de 2013

Las Esmeraldas de Cortés. Traiciones en la Nueva España

Me reconozco admirador de Hernán Cortés. Es quizás políticamente incorrecto asumirlo, ignorando la “leyenda negra” inventada (con mucho éxito) por aquellos que no participaron de la colonización del Nuevo Mundo, pero es así. Ese motivo era más que suficiente para que me fijara en este libro de Francisco Galván, autor del que no había leído nada anteriormente.

La verdad es que esperaba una novela en la que Cortés sería presentado como un déspota sanguinario, más o menos en línea con la leyenda que le rodea, que probablemente había robado las esmeraldas que aparecen en el títuloy mi sorpresa fue enorme al ver que me había equivocado: Hernán Cortés era un líder político, menos apegado a la sangre de lo que cuentan por ahí, y las esmeraldas son sólo un elemento que une varios hilos argumentales inicialmente separados.

En Las Esmeraldas de Cortés, Rodrigo de Íscar, nombre supuesto que se atribuye un soldado del real de Cortés para preservar su intimidad según él mismo reconoce en el prólogo, nos cuenta una aventura de la que él mismo formó parte, ocurrida en Nueva España y otras tierras conquistadas.

El fondo de la historia es un clásico entramado de luchas de poder, deslealtades y traiciones de las que me atrevo a especular que existieron en abundante número durante la conquista de América por las tropas españolas. Todo ello decorado con unas pinceladas de aventuras de piratas, actividades comerciales transoceánicas, muertes sospechosas o rituales religiosos más o menos crueles que hacen que la historia en general tenga algo de coherencia con el ambiente en el que se desarrolla, y aporta ese puntito de credibilidad histórica que hace parecer al libro mucho más de lo que realmente es.

No se lee mal. No ofrecen dificultades mayores ni el hilo de los acontecimientos, ni los personajes, descritos con superficialidad. Tal vez porque el relato se supone narrado en primera persona por un simple soldado.

En líneas generales, una novela aceptable para pasar unas pocas horas entretenidas mientras esperas que te reciba el dentista, o que tu vuelo salga.

miércoles, 29 de mayo de 2013

HHhH, magistral lección de historia

Un título como HHhH llama la atención, por lo menos a mí. No suelo leer los resúmenes que figuran en las contraportadas, pero en este caso, reconozco que rompí esa regla, y lo leí, porque el acrónimo en cuestión no me decía nada, y no encontraba la relación entre esas cuatro letras y las cruces gamadas que figuraban en la portada de la edición española de Seix Barral.

Su autor, Laurent Binet, había ganado el premio Goncourt de Primera Novela por esta obra en 2010, cosa que me descorazonó un poco, porque inexplicablemente las novelas premiadas, salvo honrosas excepciones, me aburren. No obstante, y como homenaje a un título que me había cautivado, comencé a leerlo. Definitivamente, no me arrepiento. Puedo calificar esta novela como una de las honrosas excepciones que mencionaba antes.

Las cuatro haches del título corresponden al acrónimo de “Himmlers Hirn heisst Heydrich”, que podría traducirse por “El cerebro de Himmler se llama Heydrich”, y al comenzar la lectura, uno se espera una ficción novelada del atentado que acabó con la vida de Reinhard Heydrich, número dos de Himmler durante el Tercer Reich bajo los disparos de dos paracaidistas enviados por Londres para esa misión. Por ello sorprende comprobar que el autor escribe en primera persona, y que la historia de la preparación de la operación y la ejecución de la misma es casi una excusa para contar cómo se ha documentado (y en ocasiones presume de lo mucho que sabe sobre el tema) para escribir el libro, y cuál ha sido el proceso de creación de la novela. Todo parece una charla informal del autor con sus lectores, muy amena por cierto.
Poco a poco, en innumerables pequeños capítulos, algunos de tan solo unas pocas líneas, Binet juega con la realidad y la ficción, sin que esta última desvirtúe a la primera. El lector puede en todo momento distinguir entre lo que es real y lo que no y así, al terminar la lectura, realmente ha aprendido algo, ha conocido personajes históricos, lugares, estrategias, políticas…


No me queda muy claro si es una novela, una biografía o un compendio de ambas, pero lo que sí tengo claro es que se trata de una magistral lección de historia.

viernes, 12 de abril de 2013

El Alfabeto Sagrado. ¿y ahora, qué?


Se acerca el final de una era para los mandeos, miembros de una secta gnóstica que ha sobrevivido a los avatares de la historia desde hace más de dos mil años. Para el Ganzebra Asgari y sus acólitos es el momento de reunir los amuletos mágicos que se han mantenido desperdigados por el mundo para poder realizar el ritual de restauración del poder del abagada, alfabeto sagrado de su religión, y origen de todas las cosas, de forma que la historia pueda continuar en un nuevo ciclo.

Con este alfabeto sagrado siempre presente en las conciencias, varios grupos de personas aparentemente independientes, pero con el objetivo común de beneficiarse del ritual mandeo van viendo cómo sus vidas se entrelazan inevitablemente entre amores, odios, lealtades y envidias alrededor de investigaciones arqueológicas de tesoros míticos del antiguo Israel.

En ocasiones, la acción transcurre simultáneamente en diferentes lugares y la narración va saltando de uno a otro de forma suave, fácil de seguir. La facilidad de lectura es, quizás, el punto más positivo de este libro. En El alfabeto sagrado, Gemma Nieto consigue, con un estilo sencillo al alcance de todos los lectores, presentar una historia que podría haber sido tremendamente compleja. Esta simplicidad invita a profundizar en el tema de los mandeos, a buscar información sobre quiénes son, qué hacen, cuáles son su historia y sus ritos.  Es una puerta abierta al conocimiento que sin duda está ahí. Cerca… pero lejos.

En realidad, todo en esta obra parece sencillo: los misterios y enigmas tienen soluciones sencillas. Tanto, que en ocasiones son conocidas por algunos personajes secundarios de la trama;   los personajes son sencillos: los buenos son claramente buenos, los malos claramente malos, y las relaciones entre ellos son las que se esperan; los pasos de las investigaciones son previsibles, entrar en lugares prohibidos, y aún vigilados es fácil, escapar de la policía es infantil…

No obstante lo anterior, algo en la obra rompe totalmente los esquemas. Algo totalmente inesperado ocurre, más o menos, a la mitad del libro: en ese punto, el ritual mandeo se produce por fin…

Llegado a ese punto, el lector tiene la sensación de que el libro se ha terminado. Se han cumplido todos los objetivos que se le iban marcando desde la primera página. Uno por uno, sin sobresaltos. Sin embargo, le queda una sensación de cierto vacío: Una vez cumplido el objetivo, la peligrosa pregunta ¿Y ahora qué? le invade el pensamiento.

Y es entonces cuando la historia presenta un quiebro, una ruptura, y se convierte en otra. Ligada a la anterior, pero distinta.

Podría haber comenzado ahí un segundo libro, secuela del primero. Pero no. Es el mismo libro, que no ha terminado. Quizás sea esa la razón de que no haya pasado nada. Quizás la acción trepidante esté por venir. Quizás… Demasiadas dudas a estas alturas de la novela, y pocas esperanzas de resolverlas, la verdad.
La trama, los personajes y el desenlace final se quedan en la superficie. El alfabeto sagrado no aprovecha al máximo las posibilidades que la temática y la ambientación ofrecían inicialmente. Para aumentar esta sensación, la nota final de la autora muestra que el esfuerzo de preparación de este libro ha sido grande. ¿Por qué entonces no rentabilizar al máximo esa preparación?

Me queda una frustrante sensación de que el libro daba para más. Para mucho más.